Sobrevivirenlamierda
No es una historia original: un joven camina entre los pasillos de su universidad sabiendo que ya no tiene nada que hacer. Sin embargo, no quiere irse. Es una sensación bastante general a pesar de lo que nos hacen creer las propagandas de cerveza. La cosa es que cuando no tienes nada que hacer, no puedes andar por ahí haciendo nada. Así que hay que fingir como si hicieras algo. Otra opción es ir al baño. Por ultimo vez si tienes ganas de orinar o te peinas un poco. Bueno, eso fue lo que el joven hizo; se metió al baño.
También es un error tomar esa opción. Nunca nos enseñaron muchas cosas sobre los baños, pero a medida que crecemos aprendemos a desconfiar de ellos. Hay que preocuparse de que las puertas se cierren, de que haya papel, de no tocar la orilla del W.C. con tu piel para no contagiarte de VIH, etc. O quizás preocuparse por quien te puedes encontrar en el baño; a tu jefe, a tu cura, a tu psicoanalista, o a esa mujer miraste hace un rato y que resulto ser un travesti.
Otro peligro del baño es que si vas, tienes que hacer algo. Cualquier cosa. Sin embargo, lo más seguro es que te inclines por una de las dos opciones comunes. Así le paso a este tipo: apenas entro al baño sintió ganas de cagar. Se agarro el estomago con las manos y sintió como los reptiles se paseaban por sus tuberías. Se sintió lleno de mierda, como si toda la mierda que iba cagar en su vida hubiera formado un sindicato y estuvieran pidiendo más vacaciones. Así que corrió al baño, se metió en la casilla que quedaba al final, miro el papel higiénico que (poco, pero) estaba allí, y se sentó. Espero. Hubo de ese silencio que suena antes de que te atropelle un auto, o antes de que empiece la película. Asintió, cuando leyó en la puerta “Más que una pasión, un sentimiento”. Sintió el crujido de burbujas. Pensó en las bacterias que vivían en ese meteorito que ahora iba viajando en el espacio para estrellarse contra el agua, no sin antes decir: ¡Choocoomp! Se alivio, porque, al fin y al cabo, evito simular que tenia algo que hacer en el baño. Entonces oyó como se cerraba la puerta. Espero oír algunos pasos que ingresaran al baño, pero nada. Se levanto, se limpio, se sintió sucio, se limpio otra vez y salio. Aún se sentía sucio, pero se olvido de eso cuando noto que el cerrojo del baño estaba puesto y estaba puesto por fuera. Ergo, estaba encerrado.
Otro error podría ser el pensar que en esa situación uno gritaría. Gritaría como condenado: Condenado a vivir entre la mierda. Uno no grita, simplemente se queda estupefacto. Él se dijo a sí mismo: “Conchesumadre…”. Se pregunto qué cosa podía hacer, fue al lavamanos y saco un poco de jabón. Ahora se sentía limpio. Durante unos quince minutos fue como si su vida pasara por delante de sus ojos. Su vida, es decir, lo que le había preocupado durante el día. Tenía muchas cosas en las que pensar, tenía muchas cosas que hacer, pero solo se dedico a recordar el desayuno que había tomado. ¡Que desayuno! Si tenía de todo; hasta azúcar para el café. El hambre lo empezaba a rondar. Tomaba agua pero no ayudaba mucho. Además el agua de los baños no se toma, y si se toma es solo como una excusa. Alguien intento abrir la puerta, pero desistió. A él no le preocupaba mucho hacer algo para que lo sacaran de allí, de todas formas no tenia nada que hacer más que perder el tiempo. Incluso miro un rato los mensajes de texto de su celular, y memorizo todas las promociones de recarga que le llegaban. Ni siquiera pensó en llamar a alguien. Además el aparato no tenía dinero.
Así el tiempo paso y paso, pasaron las horas, paso otra gente que intento abrir la puerta, pasaron otras gentes, sin nada que hacer, con la esperanza de hacer algo en el baño, y pasaron aquellos que solo iban y venían. En el baño se prendieron las luces y solo quedo la figura del muchacho sentado al lado de los urinarios. No le molestaba el olor, solo pensaba en su desayuno. Miro la caseta en la que había cagado: allí estaba su mierda. Sintió el impulso de tirar la cadena, pero desistió. En cierta forma, le dio pena botar algo tan suyo. Pensó en las pobres bacterias. Además, seguía pensando en su desayuno y en el hecho de que en cierta medida, en cierta nauseabunda y empapelada medida, su desayuno seguía allí. La verdad es que él no quería morir en un baño. Quizás en un ascensor, o en una heladería, pero no en un baño. Y si no abrían la puerta en mucho tiempo, tendría que encontrar la forma de sobrevivir. La cuestión era obvia: Podría comer su mierda, cagarla y volver a comerla. Aprendería a cagar su sustento. Así como cuando tus padres te preguntas si crees que cagan el dinero. Pensó en ello, lo medito el tiempo suficiente…
Al amanecer el encargado de la limpieza abrió la puerta y comenzó a avanzar hacia la última caseta. Todo parecía normal, excepto por un extraño olor a mierda. Para ser un baño, el olor era extraño. Avanzo y comenzó a escuchar una respiración dentro de la caseta. La abrió y tuvo que ahogar un grito: había allí un enorme montón de mierda, un cerro de mierda respirante. Pero la mierda no asusto al limpia-mierda, más bien le repugno la idea de tener que limpiar la sangre y las vísceras humanas repartidas por la caseta. Y entonces, el montón de mierda despertó y comenzó a moverse mientras abría sus fauces. El de la limpieza agarro su escoba y golpeo la palanca de la cadena del inodoro. La mierda grito, gimió, pero no pudo más que perderse entre tanta otra mierda que a diario se pierde en las cañerías. El encargado observo a la mounstrosa mierda desarmarse en el remolino acuático y fue a buscar una bolsa de basura y la botella de cloro.