julio 01, 2007

Historias de Mierda: II

2

Callesdemierda


Mi pie crujió al caer al asfalto pero giro elegantemente para seguir caminando. La micro siguió su paso detrás, mientras yo sacaba mi mp3 para caminar hasta mi casa. Entonces me doy cuenta de que no había cambiado las canciones y tendría que caminar ocho minutos soportando un deprimente Chopin. Chopin esta bien cuando te sientes preparado para saber lo que contiene el mundo en sus entrañas y presenciar el misterio de la fecundidad, pero cuando sólo quieres caminar mirándote los pies, no sirve de mucho. Así que comencé a caminar con un piano metido en mis orejas.

La gente es rara, y eso es algo que casi toda la gente debe pensar al menos hasta que se dan cuenta de que son gente. No entendí porque desde que empecé a caminar un tipo iba como haciéndome la carrera. En un momento me paso y pareció sentirse mejor consigo mismo. Yo no lo entendía, pero me dije ¡Que mierda! y acelere el paso hasta alcanzarlo. Caminábamos codo a codo, y yo estaba a punto de pasarlo cuando la pila del mp3 se acabo. Me detuve, cual formula uno en medio de la carrera. Las pilas siempre se acaban en el peor momento. Pensé en sacarme el mp3, pero no quería perder la ventaja así que seguí caminando. Ahora que lo pienso, quizás el tipo estaba celoso de lo bien que me veía con mi mp3, caminando y escuchando un deprimente Chopin. La gente es celosa, mira de reojo al que se cruza en su camino y se dice a sí misma que es mejor. Uno siempre es mejor, siempre es el más bueno, hasta que te pasan la libreta de notas, o hasta que llega la hora de acostarte. Y como ninguna de las dos cosas estaba pasando ahora, yo regrese a la competición.


Ya me llevaba mucha ventaja cuando comenzábamos a entrar en la calle donde venden cosas musicales. Ya saben, esas pelotas con espejos o esas luces de colores o esos parlantes gigantes. A mi me distraen esas cosas, soy como esas avestruces que picotean las cámaras de los turistas. Aun así, pude alcanzar al tipo. Esta vez me miro de reojo, con cara de juez en su estrado. Sin embargo, logre pasarlo y comencé a retomar mis antiguas demenciaciones. El tipo seguía en la competencia; yo lo sabia, pero no importaba. Volví a mi mp3 player, y vi si la pila quería resucitar. No quería, pero los pocos segundos que camine mirando el aparato no me dejaron ver que un gordo electricista salía de una tienda justo cuando yo iba a pasar por allí. Casi me rompe la nariz, y yo ni me enteraba. El gordo se dio vuelta, y me dijo algo que no entendí pero que contenía algunas g´s y r´s. Yo recuperaba el equilibrio, el gordo comenzaba a irse, y entonces lo vi: el tipo de la competencia comenzaba a acercarse peligrosamente a mi posición. Pero venia pendiente de mi sacá de xuxa. Y todo ocurrió en cámara lenta; su siguiente paso sería el fatal. Avanzaba con la cara volteada mirándome, su pie derecho iba en el aire raudo a dar concretar su ventaja. Y cuando su pie caía, su mirada busco lo que yo miraba. Y allí estaba bajo su pie, dulce helado de manjar perruno; cremosa mierda de perro. Ya no había nada que hacer; la gravedad y la memoria procedural hicieron su parte. Betún café para un zapato negro.

Nada bien. Nada bien, así que seguí caminando, seguro de mi victoria. El competidor se retiraba como si hubiera perdido un neumático. Lo vi acercarse a uno de esos cuadrados de tierra que hay en las calles y comenzó a restregar su pie contra él. Yo, sin embargo, comencé a preocuparme ¿Y qué con la mierda de perro? Estaban por todos lados, era cosa de ponerse a buscar. Mientras caminaba conté por lo menos diez. Y estaban allí, ocultas, esperando apaciblemente a ser pisadas. Las calles están llenas de mierda. Se acusa a los hombres de cerdos por mear en cualquier parte, pero ¿Qué hay con los perros? Ellos si que la pasan bien, durmiendo y cagando todo el día. A lo más un atropello de vez en cuando, pero con un poco de suerte eso les asegura un hogar y comida por un tiempo. Yo no tendría tanta suerte; si me atropellan tengo que ir a un hospital y pagar y pagar al abogado para que me paguen y pueda pagarle al hospital y a él. Y si yo cago en la calle, ó me llega una patada en el culo, ó un alma amable me trae un confort, ó un alma verde me lleva preso. Malditos perros. Si han visto televisión, habrán visto una de esas series gringas donde la gente recoge con palitas y bolsas los regalitos de sus mascotas en las calles ¿Cómo habrán llegado a eso? Seguramente una vieja con chalas piso mierda de perro y empezó una cruzada para eliminar la mierda de perros. Debe haber propuesto cocerles el esfínter o alimentarlos con suero. Lo más curiosos es que no debe haber ganado. Los perros ganan; la gente camina detrás de ellos sujeta a su voluntad de dejarse llevar. Marionetas arrastradas por correas, recogiendo mierda por calles enteras. Los perros tienen el poder. Son la fuerza civil más poderosa y no tienen necesidad de votar. El mundo no es una cosa muy importante, si basta un poco de mierda para hacerse con él.




1 comentario:

Claudia Curimil Hernández dijo...

Jajaja, buena historia
oye, eres un maestro de la redacción
cuático ir a esa velocidad y con chopin en las orejas, pero si hubiera ido con la obertura de guillermo tell, por ej, hubiera sido más coherente, pero menos ridículo... y supongo que, si me rei, fue por el absurdo...
me quedo con la primera parte, extrañanamente cada vez que entra el personaje mierda a escena me llama menos la atención
debo ser la única hue que da su opinión, y déjame decirte, que con una total seriedad,
no, no tan total
saludos