julio 17, 2007

Historias de Mierda: III y vencida


3


Yenlamierda


¿Cual es nuestro lugar en el mundo? Una pregunta profunda cuando debes estar buscando tu nombre, tu nacimiento, tu religión, etc., y decirle todo a un policía. ¿Donde era el lugar? Alan no podía quitarse la pregunta de la cabeza.

Había, claro, un lugar para el silencio; la mañana. Y mientras Alan pasaba la aspiradora, pensaba en lo bueno que es el silencio, especialmente cuando tu cabeza es metáfora de los vasos que rompiste la noche anterior. Así que Alan apago la aspiradora y se fue al baño.

Doña teresa no iba al baño; usaba pañales. No por necesidad, sino por comodidad. Y ese día se sentía incomoda, principalmente por falta de sueño. Ese maldito vecino de arriba y sus malditas fiestas. Y ella que era una vieja recatada, sin vida, sin preocupaciones, sin sexo, sin comensales en su mesa, pero con el vacío inmenso del departamento en que sus hijos la dejaron abandonada en el silencio, no reclamaba, se limitaba a escuchar. Ese día despertó en medio de una mañana con ruido de aspiradora y fue al baño.

Lo bueno de tener una resaca, le decía Alan a las baldosas del baño, es que quedas disculpado de muchas cosas. Una de ellas es de dormir durante el día. Otra sería el que no te sientes culpable de nada que hayas hecho porque no eres capaz de pensar bien. Eso también te dispendia de pensar por todo un día. Pero lo más importante; con una buena caña te ganas el derecho a cagar con el más fétido énfasis que puedas tener. Yo tengo una caña; no tengo dolor estomacal, ni tengo a una mujer durmiendo aun en mi cama. Estoy solo ¿Qué sentido tiene una mierda hedionda si no hay nadie para decir nada? Y uno no cuenta, porque un padre no puede más que amar a sus hijos. Así que ahí estaba Alan como todo padre; orgulloso. Orgulloso también de dejar el confort en su lugar y no en la cocina como acostumbraban en su casa. No hay nada más desagradable que tener que gritar con la cabeza asomada por la puerta del baño: ¡Confort! Alan no se enorgullecería del olor si hubiera alguien más por ahí, pero bueno… El confort; blanco y puro ¿Quién lo viera y quien lo ve? El pobre debe jurar que terminará sus días en la nariz de una dama alta con una nariz amasada y frita en aceite rehusado. Finalmente todo; cigarrillos, pelos, cabezas, tus manos envueltas en guantes, el aire que respiraste y los tragos que no deberías haber tomado; todo termina en un retrete. Todo termina mirándote hacia arriba como diciendo: No, no me dejes ir. Pero la cadena siempre sonríe con cara de malicia y tú que te crees malo no puedes más que jalar. Revoltijo de colores y todo vuelve a ser blanco. Siempre es igual el sonido del GUACHHHH, mientras el agua renovada se lleva las molestias. Siempre es igual. Siempre era igual para Alan.

Todos los días serían iguales, a menos que una grieta en tu pared deje salir una gota que te golpea la nuca. Y así de un momento a otro, Doña teresa chapoteaba histérica por toda la soledad de su departamento, en plena transición a un pantano. El agua ahogaba sus pantuflas, y la mierda jugaba a piratas y esos-otros-que-son-los-buenos. Doña teresa estaba más allá de sus cabales y llamó al conserje, y el conserje llamo al gasfiter, y el gasfiter llamo un taxi, y el gasfiter llegó, y pensó como cobrar más de lo debido, pensó en su amigo que limpia departamentos, y rompió la pared, y encontró la fuga. Supuso que uno de esos ratones de agujero se atoraba en la cañería, pero luego descubrió que solo era un montón de papel confort ¿Quien era tan insensato como para echar el papel al water? Y lo mismo pregunto Doña teresa, y Don gasfiter respondió e indico el departamento de arriba. Y doña Teresa, y el conserje, y el gasfiter tomaron el ascensor. El taxista ya se había ido hace mucho.

Alan cruzaba la transición entre la conciencia, el pitillo que sigue cobrando sus derechos a pesar de que la noche se haya ido, y el sueño a medio matar, cuando sintió el timbre. Ya había sentido el piquetear de paredes y los gritos de la vieja de abajo. Cosas de viejas de mierda, se había dicho; cosas de esas viejas de mierda que no tienen nada que hacer, pero que quieren hacer de todo. Una de esas personas que te cruzas en la cale y que te hacen creer por un instante que todo podría ser una farsa, un montaje armado para mantenerte controlado ¿Cómo puede ser que el mundo ande tan bien? ¿Cómo puede ser que haya gente como esa? Como fuera que fuera, Alan abrió la puerta. Y allí se encontraron los cuatro y se preguntaron eso que nos preguntamos todos ¿Donde? Y Alan contestaba, ¡pero que obvio! Que obvio que al W.C. van a parar nuestros papeles. Y Dona Teresa y el conserje se indignaban, y Doña Teresa regañaba a los malos padres de Alan, y estaba decidida a que Alan pagara por su alfombra mojada, por su casa pasada a mierda, por su vejez, por la envidia que le producía su barba y el alcohol no disuelto en sus venas. Alan se defendía, pero perdía el hilo cada vez que su cabeza volvía a romperse. Necesitaba un vaso de leche o una chela helada. ¿Quien es tan insensato para dejar su mierda empapelada en un papelero o en una bolsa? ¿No pensaban en los gérmenes? ¿No temían que entrara una corriente de aire y los hiciera volar? ¿Quien? bueno, no ellos. Y el gasfiter, en la experiencia de mayor poder en toda su vida, daba la última patita de la discusión, daba el tecnicismo, el código barra de las cañerías ¿Quien sabe si hay tubos especiales para el confort?

Y Alan...

(- ¡Ya! saben que paren la wea. ¡¿Porque no se van a la cresta?! Vayan a wear a otro culiao, no tengo porque estar soportando esta mierda...

- Pero Joven, no sea ordinario. No sea grosero, Usted tiene que ser bien hombrecito y pagarme lo que me debe por...)

...interrumpía a Doña teresa
(- Yo no tengo que ser ni una wea, vieja de mierda, dejame tranquilo y anda a limpiar tu departamento mejor...)

Y los otros hombres salían a su defensa,
(-Oiga, no le falte el respeto ala señora)


Y Alan...
(- Ya, bueno, váyanse, váyanse...)

...hizo que los tres salieran por la puerta. Y Alan pensó en acostarse de nuevo, pero estaba furioso. Una furia difusa que difundió hacia una pelota de tenis. Agarro la pelota de tenis, agarro un plumón, y escribió "Doña teresa, tome una pelota", y apretaba la palanca del W.C., que se tragaba la bola verde, cuando sonó su timbre de nuevo. No miro por el ojo mágico, porque su corazonada era más fuerte. Y ahí estaba el conserje con dos carabineros. Y sonaron sus voces de falsa seguridad institucional, y Alan se sentó en la silla de la comisaría y se pregunto por el gasfiter ¿Porque él tenia razón? ¿Porque ese era su lugar en el mundo?



No hay comentarios.: